Última actualización: 20010116
Diseño: Rodrigo "Alley'Gator" Hunrichse
Artículo de Diario EL MERCURIO (digital) del 20010115
Sección Deportes
Toro bueno repite
Provincial Osorno derrotó anoche por 98-74 a Universidad de Concepción y revalidó su condición de monarca de la Dimayor. El 4-0 de la llave final no deja dudas respecto a la superioridad del quinteto de Carlos Schwarzenberg.
Javier Piñeiro Dávila
Los jugadores de Provincial Osorno tienen un particular grito de guerra. Cuando ganan un partido - y especialmente si es por amplio margen- levantan la voz para congratularse vociferando "¡dura!".
Y anoche, después de vencer por 98-74 (43-42) a la Universidad de Concepción, lo que les permitió alcanzar el bicampeonato de la Dimayor, la palabra se escuchó más fuerte que nunca.
Razón disponían para apelar a ella, porque el 4-0 conseguido en la final de la liga supone un inigualable premio para la consistencia de un cuadro que venía pisando muy fuerte (fue el mejor de la temporada regular y en los "playoffs" sólo perdió un encuentro, para terminar con un registro global de 4-0).
La U quedó herida de muerte con su derrota del sábado y anoche volvió a decepcionar en su "Casa del Deporte". El vigor de Ricardo Funke, el tiro de Rodrigo Zúñiga, la presencia de Roland Fritsch - notable el pívot- o la intensidad de Reginald Poole fracasaron ante un poder colectivo que, guardando las proporciones, bien podría ser bautizado como el "Portland Trail Blazers de Chile".
Es que no hay en el país otro club con tanta gama de recursos como el de Carlos Schwarzenberg. Si quiere herir desde el perímetro, ahí están el talentoso playmaker Patrick Sáez y, por supuesto, Galo Lara. Si lo que busca es juego de control, aparece Leonel Méndez. Defensivamente, hay pocos como Patricio Arroyo, quien actúa como escolta o ala pequeño de acuerdo a la necesidad (y que anoche descolló). En la pintura, un alero natural como Eric Brown no desentonó como poste (al margen de su pobre faena de ayer, en la que tardó casi un tiempo en anotar) y contó con el valioso trabajo de Pablo Coro y Jorge Soto, quienes aportaron con su experiencia y disciplina en una zona en que, de no haberse lesionado, también pudo figurar Emilio París. En suma, un equipo.
Los del Campanil también tenían lo suyo, pero buena parte de ello con problemas de lesión. Porque si al equipo que presentó Cipriano Núñez se le añaden Marcelo Ruiz y Jorge Valencia - junto a un Zúñiga en mejor estado- la situación pudo haber variado, fundamentalmente porque jóvenes elementos que vieron acción hubiesen debido esperar su oportunidad en el banco.
Pero a estas alturas, cuando los Toros ya celebran su título con la mente en la Liga Sudamericana, el lamento vale bien poco. Es cierto que sirve para contextualizar la situación, pero también lo es que era una circunstancia conocida de antemano, que Osorno igualmente llegó con hombres diezmados y que ya en la campaña anterior, con la U casi completa, los de la X Región le habían ganado 4-2 en el confronte por la copa. En definitiva, es probable que no haya existido tanta diferencia real (de hecho, los estudiantiles ganaron las dos veces en la fase inicial), pero no cabe duda que los de Schwarzenberg lograron potenciar el handicap con su sólidos argumentos.
El marcador se estructuró de la siguiente forma: U. de Concepción (21+21+17+15): Rodrigo Rosas (3), José Luis Campos (14), Zúñiga (14), Poole (8), Fritsch (30); Funke (2), Sebastián Santander (0), Francisco Coro (3). P. Osorno (21+22+26+29): Méndez (11), Lara (14), Arroyo (32), Coro (16), Brown (7); Soto (6), Juan Oyarzún (5), Sáez (9), Alex Wrigge (0), Carlos García (0).
Por Javier Piñeiro Dávila
Enviado a Concepción
La intimidad del campeón
Provincial Osorno ingresó en 1996 a la Dimayor con la confesa intención de ser protagonista. Dos años después, el entonces Presidente Eduardo Frei inauguró el gimnasio municipal de Pilauco, bautizado Monumental "María Gallardo Arismendi".
En dicho recinto y en el más pequeño "Español", los Toros comenzaron a cumplir con sus propósitos. Si bien en sus primeras campañas fueron testigos del título de Colo Colo y el bicampeonato de Universidad de Concepción, al poco tiempo se encargaron de confirmar que su calidad de "nuevos ricos" del baloncesto criollo no constituía un estado pasajero.
Respaldado por una firma de electricidad, el quinteto logró acaparar el interés de una ciudad cuyo homónimo equipo de fútbol casi siempre depara decepciones (no en vano, descendió a Primera B en 2000). Si bien ambas ramas pertenecen a la misma institución, los dirigentes cesteros se han encargado de separar totalmente las dos realidades.
"Es que cada uno consigue sus propias cosas. Y a nosotros no nos ha ido mal. No les pedimos y tampoco dejamos que ellos participen de nuestras ganancias. Somos autónomos", confiesa un directivo.
Así fue como Osorno se las ingenió para acaparar a los mejores jugadores del medio, lo que le supuso algunos problemas. Se le acusó de "levantar" a basquetbolistas de otros equipos, aprovechándose de su poder económico, como se le endilgó los casos de Jorge Soto y Patricio Arroyo.
Y apostó fuerte, al punto que pagó por un norteamericano como Ken Leeks y fueron sumando a elementos como Patrick Sáez (tras su bullado conflicto laboral con Petrox) y, ya para esta temporada, los mismos Galo Lara (compañero del base en el cuadro de Talcahuano) y Pablo Coro.
A cargo del equipo había sido designado Carlos Schwarzenberg, un hombre de la zona y dueño de un fuerte carácter. "Cuando tomé la dirección técnica, existía el mito de que ganar como visita era casi imposible. El tiempo se encargó de demostrar que si queríamos ganar, no quedaba otra que ganar afuera", recuerda ahora el entrenador.
Pero al margen de las garantías monetarias, que les permiten haber acordado un premio de un sueldo y medio por jugador por ganar la Dimayor 2000/01, Osorno se jacta de contar con un grupo muy unido.
El líder indiscutible es Jorge Soto. A los 28 años, el alero se vale de su experiencia y mantiene "la buena onda", que suele invadir con música pop los hoteles en los que alojan los Toros a lo largo del país.
"Aquí prevalece el equipo. No hay una figurita y mucho menos un agrandado. Quizás el '98 se juntó uno de muchas figuras y no resultó. Algo parecido le pasó este año a Llanquihue. Aquí todos tiramos para el mismo lado", asegura el jugador.
Y todos tienen su apodo, como muestra de que la convivencia es distendida. Soto es "Pistolita"; Eric Brown, "Charly"; Sáez, "Petichero" (deformación de "Petrolero"); Arroyo, "Pellejo Corto" (por los labios "chupados", según un compañero); Leonel Méndez, "Demonio de Tasmania"; Lara, "Luis Miguel"; Pablo Coro, "Alicate"; Juan Oyarzún, "Coyote" y Emilio París, "Chico Nespa" ("el chico de los panes, por sus medias piernas"). Los de afuera no se salvan: Schwarzenberg es "Frutillita" ("siempre anda pancorado"), el estadístico Mauricio Segura, "Cerebro"; el gerente técnico Marcelo Casas, "Chispita" ("por la gracia para contar tallas", ironiza un jugador); y el utilero Guido Casas, "Winnie the Pooh" o "Andy Panda".
Los rivales los respetan y desde hace rato los citados "personajes" son "el equipo a vencer". Un equipo que disfrutar de un largo asueto luego de la Liga Sudamericana, pues la Libsur es un campo más propicio para la inyección de piezas en formación y el básquetbol chileno aún no es capaz de sostener un calendario más extenso.
Concepción
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